La tarde dijo sí en el cielo y cayeron trocitos de cristal
redondos en la orilla.
Una mano juntó piedras planetarias y las puso en una caja de tabaco.
Se esparcieron las piedras, los planetas, por aquel entonces cuando nadie sabía
que la tarde hablara.
Yo me recosté en el centro gravitatorio de los árboles, vi
perder el control a la luna llena, asumí el silencio de las cosas y tomé el
mando de la locura a aquel lado del mar.
Dónde estás quise saber y aun desconozco.