Eres sencilla. Por eso aún no te he escrito. Te recuestas en mi pecho y me oigo latir en tu rostro. Nos saludamos con los pies, nos bebemos, vibramos en el fondo, como el cristal del coche cuando vamos lejos.
Yo no sabía que se podía amar así, sin complejos, cogerte de la mano y atravesar el Museo, medirte la nariz. Aún no te he escrito, es cierto, pero gritaría con mis palabras la postura de tus hombros cuando piensas, el pliegue de tu muñeca cuando cuelas la pasta, el olor de tu ropa y la forma de tu labio cuando me amas.
Ya he dejado de decir y, de pronto, inventaría palabras para nombrar el miedo que tienes a que te diga adiós.
Pero yo no me voy, reexisto a tu lado. A dónde podría ir si pertenezco a donde tú terminas. Si termino, mi sencilla, sencillamente donde tú empiezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario