Me escandaliza esta intromisión. Este espacio que tanteo a
ciegas dentro de ti. Ha vuelto a llover. He vuelto a hacer la noche como
quisiste. Las persianas de madera se desconchan ante el ataque lacrimógeno del
cielo. Silba la cafetera. Desordeno mis papelitos para encontrar tu letra
menuda. Para seguir tu garabato en el tiempo.
Sigo envejeciendo y este dolor nadie lo purga. Sigue afuera
el ritual de paraguas y asco. Odio a los hombres que escupen cuando llueve. Y a
las señoras mayores que odian su vida y dan codazos. Pronto seré una señora
mayor que de codazos. Un hombre que escupa cuando llueve. Mientras sirvo la
leche, la disuelvo en ese líquido marrón tan absoluto. Hoy he decidido odiarte.
No me haces bien, ya no te quiero. Quizás no pueda jamás dejar de quererte. Por
eso hago la noche y junto frases inconexas. Por eso chupo la cucharilla y la
dejo en el plato. Qué podría perder si te olvidara. Si este contrato invisible
que hice contigo, Lucía o Lucifer, no fuera para tanto. Qué pasaría si este
lapso concreto de desunión fuera un infinito mar de repeticiones. Y si. Y si. Y
si. Voy a apagar la luz. Harás bien en apagarte con ella. Ahora duérmete en mi
pecho hasta que te olvide. Cierra los ojos para que deje de soñarte.
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