viernes, 21 de junio de 2013

Todo lo que usted una vez quiso saber sobre el amor, todo lo que usted...sí usted, todo lo que usted quiso. En aquel tiempo fui una prolongación amputada de usted. En aquel tiempo mis manos no acababan en preciosas curvas, eran, más bien, pequeños picos de pájaro que sabían salir entrecortadamente de la jaula que los apresaba, manos que abrían la boca para que pusiera en ella los gusanos de seda que quería ver hechos mariposa. Y es que todo lo tenía para usted, todo podía disolverse en ese placer mórbido que nos goteaba la espalda. Todo era usted al otro lado del cristal y yo que para usted fui tantas veces lluvia. Todo era un cucurucho enorme de posibles con virutas que lamíamos en los límites del tiempo. Todo era todo y mucho más que eso.
Ese amor que supo usted a través de mí, se acaba. Ese diminuto amor infinitamente inacabable. Entonces quizás se vuelque en alguna circunstancia y nos permita vernos, de lejos, pero vernos, de nuevo pero sernos.


 Ya no pienso en usted, pero ¿y si pienso?

martes, 18 de junio de 2013

Nos han dictado mal las coordenadas.
Las paredes se ensanchan
parecen pupilas cerca de la luz,
vías de tren en el cenit de la tarde.  
Desde este vuelo neutro
desfallezco 
en ese espacio azul de ti.
Pero tu azul...¿Qué significa?
Quisiera buscarle alguna perla
Alguna alga marina
Un obsequio, tan solo,
para mi pura incomprensión.

Eres tan poco lo que eras.
Tu azul habla en plural y balbucea
Yo te meto en una caja
espolvoreada de mudanza.
Allí estás con tu ex azul
Comprensible, completo.
Allí permaneces
deshaciéndote en el fondo
con tu sonrisa naif y tu hojarasca.

Ya en la otra orilla
Ya tu barco a la deriva
Te miro y sé que no voy a volver a mirarte.
Adiós antiguo todo
perfecto iceberg en el fuego del recuerdo.
Mi mirada ondea pañuelos blancos
tu azul transita al gris en una lágrima.

Quisiera remojar los pies del alma
en ese mar, el último, de pronto.

sábado, 15 de junio de 2013

Era la madrugada del domingo, no podía dormir, hinchado mi insomnio por el recuerdo de un viernes de junio en el que reímos a carcajadas después de hacer el amor. En la nevera quedan aún chocolatinas suizas, zumos de piña y uva. Me hago una pequeña trinchera de víveres innecesarios, te pienso con tanta fuerza que me estallan los dedos. Tras la voz de Drexler llegan centrífugas imágenes en tu casa. Allí nos tienes tratando de hacer útil el sacacorchos, bailando una lenta cerca del fregadero, llenando de espuma la bañera, de gritos el techo, las cortinas. No puedo dormir,  por eso me siento delante de la ventana. Tiene una mano de madera llenita de surcos en los que puedo leerle el pasado.  Tantas veces he anulado mi descanso para ser un cuervo de la noche, un ave de paso en el jardín más oscuro. Descubro tras sus huecos algún otro transeúnte noctámbulo con la luz encendida y los sueños apagados. Qué estarán haciendo mis hermanos de la noche. Qué estarás soñando tú, con tus pequeños párpados que laten intranquilos, mariposas en su último expirar que cambian los designios de las olas, las uñas de la luna.

No se puede curar el insomnio pero sí la inapetencia. Y joder cómo me apeteces. Me he deshecho de esa lucidez terrible del que se sabe solo y he vuelto a cantar mientras friego los platos.
  

Vuelvo a tener miedo. Y eso es sano. 

jueves, 13 de junio de 2013

Abrí la boca a este  infierno líquido de vino.
Ya no tenés piel.
 mi Magritte por acabar.
Esa masa acuática
que salpica y chapotea
al borde de la mañana
Un impulso cárnico te escribe
te configura los labios
como un cielo recortable
en el que engancho mi contracielo dactilar.
Entonces caíste, caímos  
lluvia fina de domingo
en la permeabilidad del deseo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Cae la noche,
blanda nieve virgen,
sobre la corpórea dimensión
pre-lunar de tu espalda.
Fugan los astros epidérmicos
en ese cielo tuyo
donde pones el grito.

Luego, dictas verdes misterios,
perdona, quizás sean marrones
en este espacio de tela blanca
no cabe otra luz.
Respondo a tus enigmas con las uñas
Vibrándote arañazos de colores.

Cae la noche
y me veo nacer
en el aire que entrecortas,
y recolecto para ti
con los dedos el ocaso
dejándolo caer sobre tus muslos.
Ahora soy yo la noche,
ahora soy yo la boca tuya
la que tienes tras la boca
que me llama.

Y no podemos eludir
el garabato mutuo
el tachón mojado que nos configura.