hago un testamento vitalicio
con la esperanza de que heredes
mis gestos torpes
mis coquetas sibilantes
y alguno de mis objetos.
Para cuando reúna el valor
de hacer pactos con la muerte
quizás habrá caducado
nuestro intermitente armisticio
y deba entonces pactar contigo
un olvido reticente
que nos duela en ambos brazos izquierdos.
computemos pues estos zapatos
aunque ya no soporte que hagan ruido solo
cuando se besan con el suelo de la biblioteca.
El jersey donde hago con la taza
una pequeña trinchera de manos
y esta batalla de papel
en la que mis poemas
pueden siempre un poco menos.
mi motocicleta que te dio la libertad
para que la escupieras como cáscara de pipa
y la cámara fotográfica
que llevó tu mirada
al hueco ulular de la remembranza.
…estos dedos rojos,
te los daría pero no sé mejor que no
pues son ya más del frío que de mí
y no quisiera acabarte la paciencia con caricias.
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