viernes, 9 de marzo de 2012

Quiero que sepas una cosa, Neruda

Tú sabes cómo es esto:
 si miro
la luna de cristal,
 la rama roja
del lento otoño en mi ventana, 
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
 o el arrugado cuerpo de la leña,
 todo me lleva a ti,
 como si todo lo que existe, 
aromas, luz, metales,
 fueran pequeños barcos que navegan
 hacia las islas tuyas que me aguardan.
 Ahora bien,
 si poco a poco dejas de quererme
 dejaré de quererte poco a poco. 
 Si de pronto
me olvidas
no me busques,
 que ya te habré olvidado. 
 Si consideras largo y loco 
el viento de banderas
que pasa por mi vida
 y te decides
a dejarme 
a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
 piensa
que en ese día,
 a esa hora
levantaré los brazos
 y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra. 
 Pero
si cada día,
 cada hora
sientes 
que a mí estás destinada 
con dulzura implacable.
 Si cada día sube
una flor
 a tus labios a buscarme, 
ay amor mío, ay mía, 
en mí todo ese fuego se repite,
 en mí nada se apaga ni se olvida, 
mi amor se nutre de tu amor, amada,
 y mientras vivas estará en tus brazos 
sin salir de los míos.

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