viernes, 26 de abril de 2013

C.Maillard.


En los bordes del sueño abre
los ojos. Sin abrirlos. Algo
despierta,
la conciencia de una
continuidad.
De otra
continuidad. Y, entonces,
el milagro: la hierba.
Bajo los pies, creciendo.
¡La hierba!



miércoles, 24 de abril de 2013


Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son. 

( Julio Cortázar)


Recién ahorita me he peinado y perfumado. Me he puesto la ropa acorde con mis prejuicios y he salido a la calle a enfrentar la primavera. Pétalo a pétalo y la flor me queda grande. Ramillete a ramillete y no me quedan más excusas. 
Después del amor, no puedo pedir una infusión, llegar tarde a la facultad, decir "lo siento, el tráfico". ¿ A quién carajo le importa?
Cómo soy lo que no soy. Ojalá supiera ser otra cosa después de este colapso. No te entiendo y no te quedan más señales. Abro tus libros por una página cualquiera, todos ellos llueven sobre los pies de mi cama después de haberlos besado. Todos ellos me mojan, lluvia de letras, sopa de letras, escurridiza suerte literaria. Todos ellos me poetizan, me doblan como la esquina de un libro. Precisamente uno de los tuyos cae más allá de este precipicio de 20 centímetros, el colchón y el suelo, la madrugada y mis ojos. Y sueño Julio, claro que sueño.  
Y es que siempre dices idioteces resultonas, te creo y junto las manos y remolco mis carencias y me vuelvo a vivir como si fuera tan sencillo como lo dictas. 
Pero Julio, qué. Dime se fueron nuestras Magas o no existieron. No aceptaste más preguntas, apagaste el cigarrillo, luego la lamparita, luego tu cuerpo se cerró a la vida cronopio a cronopio.
Preferiste la huida del tiempo y la boca de tierra. Me dejaste sin saberlo con este marrón más vital que poético, ya ves. 





martes, 23 de abril de 2013

Martí i Pol.


Vetlla l'espai de mi que et configura
i així sabràs que mai no s'interposa
entre tu i jo cap llei de melangia.
No et recordo enyorós: t'estimo en una
dimensió de mi que no sabia
potser perquè el teu cos me l'ocultava.
Ara m'atardo amb tu sense tenir-te
pels blaus i verds lentíssims de la tarda
i pels ocres tendríssims del poema.

lunes, 22 de abril de 2013





Des cel obert
a s’horabaixa d’un somni
 on te crido.  
Tu car, clar de lluna.
infles sa roba per vestir
amb nua tendresa es llit,
vaixell de lli.
on es teu cos llarg
Ofegarà sa por
en un mar de fum i de literatura.

Jo tenc aquest costat des mar
la certesa d’estimar.
Com ses arbres
Tenen es vent mistral
Com mons dits l’enyor
Des teus cabells.

I en sa nit
Te faig nèixer de nou
Si tanc ses ulls
te germin
arran d’aquella terra bruna
que te creix vora del foc.
( on sos llavis siguin)
I el te don
Allò que deim oblit
Lo't donaré,
maldament te quedis
Sa meua part…

Jo ja he oblida’t com te s’oblida

miércoles, 17 de abril de 2013

Acaso
será tan sencillo como decir "lluvia"
y que me lluevas.
Y que yo olvide el paraguas
o traiga en su lugar un colador.
Y que la piel abra su universo porado
y te cueles por una de mis estrellas
hasta lo más remoto de mí

Tan sencillo resultaría
no volver a decir "yo"
Ser tú
aquí dentro
líquida materia
fragante omnívora de sueños
que vas llenándome en silencio
gota a gota.

Myriam Reyes

Nunca más regresaste a casa

desde agosto. Tu lugar en la mesa quedó vacío.
Coleccioné nombres de lugares distantes,
dibujé sistemas de coordenadas,
regresé a las regiones endémicas de los sismos,
a la soledad unívoca de los márgenes de los ríos,
al silencio radial de las magnolias.

Digo: los días son todos como para morir.
Ninguno de los recuerdos que tengo de ti
puede negar esa evidencia.

lunes, 15 de abril de 2013

José Ángel Buesa



Ella amará a otro hombre.
Yo voy lejos, andando hacia el olvido.
Y puede suceder que alguien me nombre,
pero ella fingirá no haber oído.

Ella amará a otro hombre, el tiempo pasa
y el amor finaliza,
y es natural que lo que fue una brasa
acabe convirtiéndose en ceniza.
Aunque nadie lo quiera,
envejecen las vidas y las cosas,
y es natural también que en primavera
los rosales den rosas.
Es natural.
Por eso,
ella amará a otro hombre, y está bien.
No sé si ya olvido mi ultimo beso,
ni me importa con quién.

Pero quizá, un día,
oyendo una canción,
sentirá que esa vieja melodía
le cambia el ritmo de su corazón.

O será algún vestido
que yo le conocí,
o el olor del jardín cuando ha llovido,
pero algún día ha de pensar en mí.

O puede ser un gesto,
un modo de mirar,
o ciertas calles, o un botón mal puesto,
o una hoja seca que voló al azar...

Y de alguna manera
tendrá que recordarme, sin querer,
escuchando unos pasos en la acera
como los míos al atardecer.

Será en algún momento,
no importa cuando, a donde, aquí o allá,
porque el amor, por parecerse al viento,
parece que se ha ido y no se va.

Y si ese momento ella suspira
y él pregunta por qué,
le tendrá que inventar una mentira
para que nunca sepa por qué fue.

Ella amará a otro hombre; joven, bella,
tiene que ser así.
pero aunque él la amará más que yo a ella,
¡ella no podrá amarlo más que a mí!

domingo, 14 de abril de 2013


Yo me reverbero en un tiempo sin nombre o quizás en un nombre sin tiempo. Soy aún aquella mujer del pulóver grandote encubre manos. Quizás vos siempre supiste demasiado de mí y es por eso que olvidás de qué color miro al color con el que te asustás o  te resguardás de la lluvia.  Sigo siendo aquella muñequita de voz lenta, cómo te gustaba jugar con ella a estar viviendo.
Y no, no sé disimular, sigo con la misma curvatura de espalda después de las seis, sigo contando con los dedos. Casi siempre le pido al café un compañerito con las extremidades de cacao. Vos sabés mejor que nadie que la soledad debe sorberse a tragos cortos o que lo amargo pasa mejor con un bocado dulce. Sin embargo, yo soy un trozo de pasado aferrado a la garganta como un llanto rencoroso…Pido disculpas desde aquí sin hacer cruces con los dedos. 
Soy aún aquella mujer que arrastra los pies por la ciudad. Confieso que la traigo a casa con los zapatos. Con ella al descalzarme descubro: piedras minúsculas, briznas de hierba y el rastro de los huecos que dejaste. Fíjate que no pueden salpicarse los huecos ni ponerse a lavar los zapatos.

Cambian los pasantes, se sientan conmigo en los restaurantes, me persiguen en pubs, trazan mi sombra en las sábanas. Pero para ser fiel a aquella mujer que soy finjo sin éxito ser otra y es la pescadilla que se muerde la cola. Qué pescadilla más boba. Cambian los pasantes...y qué, sigo limpiándole las migas a la mesa para ahorrar trabajo a alguien más triste que vendrá después de puntillas sobre un silencio con olor a valleta.

domingo, 7 de abril de 2013


Porque es tarde y los ojos se me mueren.
Porque vienes con tu sombra, sueño,  y me sombreas.
 Porque la madrugada te sabe,
 hincha mis palabras que te vuelan.
 O porque al aire se le olvida respirarte
y muere antes que mis ojos.
 Porque el sofá prolonga mi cuerpo de tela en la tela
 y  el silencio amarillo me hace parecer
 un objeto inanimado que observándote me observa.
Porque después del morir va el soñar o viceversa.
Es tarde y los ojos se me mueren
Y tú, sueño, vienes con tu sombra y me sombreas. 

viernes, 5 de abril de 2013

Seremos siempre esta terca materia
que sacraliza lo invisible


La ciudad te acoge con sus altibajos naranjas, con su boca felina pronta a absorber la árida fragilidad del desierto. Mira, tú que puedes, a los tejados hilvanar los azules del cielo.
Libera endorfina.

La luz ha aprendido a sacudirse el polvo.
Y el vértigo, ese vértigo que va siempre unido a mi nombre, consigue atravesarte despacio, atravesar el espacio, aferrarse a tu estómago un minuto.
Tiembla conmigo, solitaria en esa cama para dos, cuando todo lo demás se apague. Antes de que la calma me fulmine de tu memoria, antes de que la vida victoriosa abra la noche entre los surcos del día.
Para cuando regreses a ese rincón entre los lunares de su espalda y los de tus manos, todas las estrellas te estarán observando. Y no envidiaré a nadie. O quizás a esos malditos astros que te ven dormir, a ti, su guía de ojos grises, en ese lado del mundo.


miércoles, 3 de abril de 2013

Pedro Salinas

Perdóname si tardo algunos años
todavía en dejarte.

Aprovechando la amistad de un ala
tan parecida al viento
que dio la vuelta al mundo en unas horas
vengo a recorrer la tierra en busca
del mejor sitio para que te quedes.

Probé primeramente
innumerables sombras vegetales:
la del ciprés en cuya negra losa
nuestra memoria escribe
los epitafios al mejor recuerdo;
la sombra de los chopos,
que es igual que bañarse o que temblar;
la del sauce tan tristemente seca
como el esqueleto de un llanto.
Y quería dejarte
protegida del sol y sus excesos
bajo ese amor que en una sombra hay siempre,
mas no encontré ninguna
–y he probado jazmines y palmeras–
con ese temple exacto
entre el calor y el frío
que es la felicidad para tu sangre.
Las sombras no nos sirven.
He probado, los hechos
de agua, de tierra o pluma,
que el mundo ofrece al hombre, vivo o muerto.
Pensaba yo en un mar donde estuvieras
a lo divino, ligerísima,
flotante y distraída,
toda puro blancor, como una espuma
sin pecado y sin rumbo,
jugando eternamente con su gracia
soltera y cuya edad
se hiciera y deshiciera, a cada onda.
Yo te habría podido
por las tardes mirar desde un delfín.
Pero los mares
no han aprendido todavía las tibiezas
que tu cuerpo merece
por haber sido amado lentamente:
son demasiado fríos, por la noche.
He recorrido playas
buscando arenas cada vez más finas,
como el que va buscando pensamientos
más claros cada vez, de un alma a otra.
Pero nadie sabrá
lo enormes que son todos
los granos de arena, sus aristas
el daño que hacen a los cuerpos tiernos,
si no ha querido como quiero yo
deja a un ser sobre su misma dicha.
Pensé en maravillosas cuevas hondas;
entré, pero los ojos,
a los dos días de vivir allí
se sentían heridos
por la implacable claridad, por esa
luz tenebrosa y dura, luz sin sol,
sin luna, luz sin padres, sin entrañas,
tan idéntica a otra
de que vamos huyendo en esta vida
porque nos quita la mejor ceguera
a fuerza de evidencia dolorosa y clara.
Y yo nunca he querido
dejarte en nada que dolor parezca.
Desesperadamente
entré en los almacenes
de más pisos del mundo, preguntando
por camas, por divanes, por cojines.
Los cojines a veces,
según me han dicho, están rellenos
con sobras de los sueños, con retazos
de algunas ilusiones sin empleo,
que las personas débiles entregan
a cualquier precio, por estar tranquilas.
Por eso a ratos nos consuela tanto
reclinarnos en ellos y sentimos
su blandura como una compañía.
Pero dejarte así
es como si siguieras
en donde estás todas las tardes, en tu casa,
de cinco a seis, bajo ese techo blanco
en donde tu mirada
escribe sin que llegue la respuesta.
Y yo quiero dejarte
bajo techos que siempre te respondan.
He mirado las manos, muchas manos.
Las manos son muy grandes y se puede
dejar a un ser entero en unas manos,
lo mismo que se deja
nuestro futuro si tenemos fe,
en nombres de dos sílabas abiertas.
Pero las manos casi nunca saben
estar abiertas, siempre tienen ansia
de apresar, de cerrarse, haciendo suyo
eso que en ti no quiere ser de nadie
y que igual que los ampos de la nieve
a mí se me deshizo entre los dedos
por quererlo guardar. No encontré unas
que supieran estarse, invariables,
tal como tú las quieres, todas palma,
como están las llanuras para el cielo
que en ellas vive eternamente libre,
entregado a su azul.
Y además en las palmas
hay líneas extrañas
que marcan rumbos y que trazan sinos,
que no entendemos bien. Y si te dejo
quiero dejarte en algo
tan terso como un lago
antes del primer viento de este mundo,
donde tú sola inventes tu destino.
Unas manos conozco
donde podrías descansar a gusto,
si no fueran las mías. ¡Sí, qué sueño
entregarte a mis manos,
como si fueran otras, y otro yo!
En nuestro ser mortal ya no he buscado
después lugar donde poder dejarte.
Ni siquiera en aquella coincidencia
de un pecho, de unos ojos, de unos labios,
tan de color de albergue,
que en ella te solías tú dormir
con ilusión de eternidad, por techo.
Porque allí ya estuviste, en unos ojos,
en unos labios, en un pecho abiertos
cuando ellos intentaban ser
el paraíso de tus ángeles
donde sus alas nunca más pidieran
otro aire en que volar.

Y como lo pidieron, ya por último
pensé dejarte en un camino.
Las sendas que probé te están estrechas:
acaban siempre en cuadros de familia
cuando a las once la emisión de radio
se ha terminado y hay que ir a dormir.
En los trenes ya has ido,
en los trenes nocturnos
donde dan el billete con su sueño,
y donde tú nacías,
tan bella y tan desnuda a la mañana,
como la última Venus,
sobre las ondas de ese mar metálico
que es la velocidad de los expresos.
Y el adiós, el dejarte
en el andén de una estación, como otras veces,
por bonitos que sean los carteles
donde anuncian los cielos de llegada,
crearía en mi pecho
el mismo error que el mes de mayo inspira:
y es que puedes volver. Y ese fatal
horizonte de antes: la esperanza.
Y de los barcos ya se sabe todo
desde que traicionaron a los vientos.
Salen a fechas fijas,
dejan siempre en un puerto
todo lleno de hoteles
con enormes letreros luminosos
que dicen Franklin, Monopole, Minerva,
mucho más tristes que la Vía Láctea.
Y ya no hay esperanzas de naufragios.

Por eso
perdóname si tardo
todavía en dejarte y si te miro
hasta el séptimo cielo de los ojos,
atentamente, sin llorar, sereno,
en busca de una estrella o de un quizá,
donde estuvieras bien. Y mientras tanto
aún seguiremos juntos,
unos minutos más, hasta las siete.

Antonio Carvajal

Porque si tú aceptaras este ramo de rosas,
este jazmín de luz, el sueño que me quema,
como acepta el silencio la voz de mi poema
y el tiempo es recibido sin dolor por las cosas...

lunes, 1 de abril de 2013


In fraganti,
me ha pillado a solas
el mes de abril.
Mi soledad enfila tan de vacío
 las veredas.
Sin reparar en las manos cruzadas
En el polen y la casuística de verter
labio sobre labio
labio sobre cañitas
que sorben  jugo de la fruta fresca.
Mi soledad no quiere respuesta alguna
Solo el descenso de Dante
La debilidad ante las flores de las ramblas
Que premeditan el amor
Poniéndole una fecha.

Adiós soledad
Que ya no quieres ir conmigo tampoco.
Y eso que compartimos almohadas y lluvia
Y nos dijimos palabras agudas llenas de frío
y eso que me mascaste despacio
para después escupirme sobre la oscuridad del cielo.
Pero yo me quedo con tu luz
Para iluminar tu belleza
Que ha atardecido de ego.
 Para incendiar
las palabras de poetas
Que hablan de tus ídem
Bajando como tú
tan de vacío  las veredas.

Alejandra Pizarnik




Muchas veces  me imaginé cómo me expresaría si fuera pintora. Lo sé: como Emil Nolde. Hoy vi las bailarinas (rojas, malvas, deformes como seres no nacidos aún) huyendo y danzando entre velas y cirios enloquecidos por el viento lila y azul y celeste y violeta. También vi algo de Minch, que asocio fuertemente con Kafka. Esos rostros vacíos a causa del miedo paralizador, avanzados por una avenida transitada por seres-sombras, cuerpos sin caras. Esos rostros fijos, “con el miedo pegado a la piel como una máscara de cera”. Lo más impresionante es la perfección fúnebre de la vestimenta. (Mi sueño con mi padre que se viste con más elegancia que nunca, cinco minutos antes de acudir a su cita con la muerte).

Entonces, después de mi deseo de llorar de miedo por el miedo improbable de mi madre a causa de mi evasión pensé en esa persona de la que no quiero enamorarme. Y las ganas de llorar subieron porque supe, más que siempre, que esa persona puede salvarme, si tan sólo me amase. Lo cual es imposible porque si me ama desaparece su imposibilidad y mi amor, por consiguiente.