lunes, 1 de abril de 2013

Alejandra Pizarnik




Muchas veces  me imaginé cómo me expresaría si fuera pintora. Lo sé: como Emil Nolde. Hoy vi las bailarinas (rojas, malvas, deformes como seres no nacidos aún) huyendo y danzando entre velas y cirios enloquecidos por el viento lila y azul y celeste y violeta. También vi algo de Minch, que asocio fuertemente con Kafka. Esos rostros vacíos a causa del miedo paralizador, avanzados por una avenida transitada por seres-sombras, cuerpos sin caras. Esos rostros fijos, “con el miedo pegado a la piel como una máscara de cera”. Lo más impresionante es la perfección fúnebre de la vestimenta. (Mi sueño con mi padre que se viste con más elegancia que nunca, cinco minutos antes de acudir a su cita con la muerte).

Entonces, después de mi deseo de llorar de miedo por el miedo improbable de mi madre a causa de mi evasión pensé en esa persona de la que no quiero enamorarme. Y las ganas de llorar subieron porque supe, más que siempre, que esa persona puede salvarme, si tan sólo me amase. Lo cual es imposible porque si me ama desaparece su imposibilidad y mi amor, por consiguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario